Barrios:

cómo nos relacionamos con ellos

Maria Elisa Cevasco, especialista brasileña en cultura material, definió el barrio como “un lugar donde se construyen relaciones”. Con las personas que habitan allí, pero también con el propio territorio y sus espacios públicos.
Así, por definición, los barrios son una comunidad, y mientras más variedad cultural o material haya en esa comunidad, más vibrante podrá ser. En Buenos Aires, Ciudad de México, São Paulo y Santiago existen tipologías de barrio comunes: centros históricos donde, con el paso del tiempo, se fueron formando nuevos barrios de diferente tipos en los alrededores –comerciales, residenciales y mixtos; barrios bohemios; barrios culturales; entre muchos otros tipos.

Cada barrio tiene su propia estética y su ritmo, pero existen elementos que están presentes en muchos de ellos. Los contrastes que coexisten -casas vs. edificios, iglesias vs. bares, tiendas vs. viviendas- acaban volviéndose un paisaje común entre los barrios. Esta pluralidad de estilos se refleja también en las personas que habitan el vecindario.

Elegir un barrio para vivir dice mucho sobre un determinado momento de nuestra vida y lo queremos para ella, de la misma forma que también habla de nuestra condición financiera, de nuestras necesidades, prioridades, gustos personales e incluso de nuestros sueños. Es frecuente, por ejemplo, el deseo de encontrar un espacio tranquilo para vivir.

Foto: Sabrina Guimarães, San Pablo

Pedir referencias a los familiares y amigos o, incluso, utilizar la memoria como una guía para recordar experiencias positivas anteriores, son prácticas comunes utilizadas en el momento de elegir una región para vivir; así como la proximidad física con los seres queridos, como nos dijeron algunas personas que visitamos. Todos esos factores, en conjunto, crean un fuerte sentido de pertenencia, de acogida de sus valores, ética y preferencias estéticas.

Tranquilidad y seguridad en los barrios

Ambientes tranquilos que son reconocidos como seguros pueden incluso presentar, como clasificación interesante de vecindario, la presencia de adultos mayores en las calles, lo que indica que la región es tranquila. Por otro lado, cuando visitamos barrios céntricos y conversamos con las personas que los habitan, nos damos cuenta de que vivir en medio del alto flujo de personas, autos, autobuses, motos, centros comerciales y polos gastronómicos puede ser estimulante, pero también puede generar angustia. Pero eso no significa que sea imposible encontrar tranquilidad en esos lugares.

La preocupación con la seguridad, según los entrevistados, también se destaca en las ciudades latinas. En la Ciudad de México, por ejemplo, Santa María la Ribera, un barrio antiguo con poca explotación inmobiliaria, es encantador y atrae por sus edificaciones antiguas y precios aún más bajos que en otras regiones encantadoras, sin embargo, la sensación de poco cuidado, como la presencia de vehículos y objetos abandonados en la calle, y su localización cerca de zonas identificadas como peligrosas, coexisten con la sensación de inseguridad que tienen algunas personas por la noche.

Pero esa sensación también puede ser diferente para cada uno, como nos comenta Stu Etnicknap, nuestro aliado de 8th Day en Londres: “Los códigos y signos que hacen que una persona se sienta segura en un ambiente pueden pasar desapercibidos para otra, porque eso puede ser muy sensorial, puede tener que ver con referencias olfativas o sonidos que dan una sensación de reconocimiento, seguridad y pertenencia”.

Sobre caminar por los barrios

Muchas personas, independientemente de la ciudad, sienten ganas de caminar tranquilamente, sin sentirse acorraladas, con la posibilidad de resolver las tareas a pie y a corta distancia. Ir al mercado, pasear con el perro o andar a la deriva y trabajar cerca de donde viven nos remite al concepto de “ciudad de 15 minutos”, que concentra la tríada vivienda-trabajo-ocio en una misma región. Una serie de “ciudades de 15 minutosreunidas lleva a ciudades policéntricas donde, en teoría, hay una serie de barrios que acogen la tríada de necesidades y deseos cotidianos y básicos. En ese escenario, ir a otras partes de la ciudad es una elección, no una necesidad impuesta por la ciudad.

Foto: Sabrina Guimarães, San Pablo

Algo marcante en Buenos Aires, según Ezequiel Fernández, especialista argentino en América Latina, es el hecho de que “caminar por la ciudad es una característica que genera mucha felicidad”. Sentimiento que se puede amplificar con experiencias locales. La diversidad de actividades, la vida cultural de los barrios y la oferta de servicios locales ofrecen formas de vivir los alrededores de la mejor manera.

Coexistencia cultural en el barrio

Cuando hablamos de la relación entre las personas y los barrios, no podemos olvidarnos de la vivencia de la inmigración. Creamos lazos con personas que comparten con nosotros la existencia latinoamericana o demás regiones. Es en esa conexión que, a menudo, añadimos y transformamos nuestra cultura. Una de las mayores expresiones de esa influencia es la comida: según Ezequiel Fernández, especialista argentino en América Latina, la inmigración paraguaya modificó una importante costumbre gastronómica en la ciudad, ya que “en cinco años, de repente, empezamos a comer arepas”.

Foto: Paulina Malvaez, Ciudad do México

Gentrificación de los barrios

Por último, pero no menos relevante, está la gentrificación de los barrios. Más allá de los inconvenientes causados por las obras, el cambio en la tipología de las construcciones, el impacto de los nuevos habitantes, sus predilecciones materiales y estéticas, los impactos transforman las regiones al punto de perjudicar a algunas personas que se oponen a los cambios. Muchos de ellos acaban teniendo que mudarse de allí. Un caso emblemático, relatado en las entrevistas que realizamos, ocurrió en el barrio mexicano La Condesa donde, debido a los turistas, los establecimientos comerciales empezaron a cobrar en dólares.

Otros barrios de la ciudad también vienen sufriendo el impacto de los alquileres de AirBnB y equivalentes, que atraen a residentes temporales que, por naturaleza, no se involucran de forma permanente con el barrio, pero estimulan el aumento de los alquileres en las regiones.

El precio ha sido un tema aún más relevante que en el pasado. El costo de los alquileres y del metro cuadrado, las relaciones conflictivas con las inmobiliarias tradicionales y el alto costo de vida en las ciudades, limitando la opción de vivir en zonas más céntricas o ambientes amplios, es algo que impregna  casi todas las ciudades que estudiamos. Mercedes Di Virgilio, especialista argentina en vivienda, refuerza que, en las ciudades latinoamericanas, el problema de la vivienda es característico y también estructural. Esa pregunta marca la agenda de esas ciudades.

La relación con el
espacio público

La relación latina con los espacios públicos ocurre de diferentes maneras en las cuatro ciudades que elegimos, hecho reforzado por Tiaraju Pablo D’Andrea, especialista brasileño en América Latina. Según él, Buenos Aires, Ciudad de México y Santiago son ciudades que “tienen muchas más plazas” y “todos los fines de semana hay alguna actividad cultural en esas plazas”, algo que São Paulo no tiene, “a menos que uno viva cerca del Parque Ibirapuera, que también es para una clase social específica”.

En ese aspecto, los parques y plazas son oasis verdes que fomentan una ciudad más saludable, no solo mejoran la calidad del aire, sino también proporcionan espacios de ocio y encuentro. En Buenos Aires y Santiago vemos el cuidado reflejado en las prácticas de cultivo y reciclaje, con composteras y jardines comunitarios, parques bien cuidados para brindar entretenimiento y áreas públicas que fomentan la permanencia. También es interesante observar cómo los perros juegan un papel de conectores. El vínculo con los vecinos y otras personas muchas veces se crea a partir del paseo con las mascotas. Para nuestro aliado en Londres, Stu Etnicknap, de 8th Day, “para construir una comunidad genuina, es necesario cierto grado de compromiso compartido”.

Foto: Diana Bueno Bieletto, Ciudad do México

Foto: Paulina Malvaez, Ciudad do México

El informe del especialista indica que los espacios públicos pueden y deben ser ambientes de sociabilidad, no solo de paso.

Existe la narrativa de que no vemos el espacio público como nuestro y eso impacta en el cuidado que le dedicamos. Según la especialista brasileña en viviendas, Milene Correa Soares, muchas veces el espacio público “tiene una relación de abandono”, siendo “un espacio que nadie cuida”. Así, vivenciamos ciudades que valoran la arquitectura de lo privado y reforzamos la dicotomía “público = desprotegido” y “privado = protegido”. Incluso para Etnicknap, los espacios “olvidados” pueden convertirse en espacios culturalmente vibrantes y auténticos en el transcurso de los años, de forma espontánea, si se satisface la necesidad de seguridad y si las personas se apropian de ellos.

Son muchas las iniciativas para pensar en la reparación y apropiación de esos espacios, ya sean para vivienda u ocio. Retrofits (renovaciones) que adaptan edificios antiguos a las necesidades actuales, o proyectos de inserción de vegetación en la urbe con la obvia revitalización y construcción de parques y la cada vez más prolífica construcción de jardines verticales. Según Laura Lagos, especialista mexicana en ciudades, “las áreas verdes son esenciales”. Y esa es una tensión más en las grandes ciudades: ¿cuál es el espacio de la naturaleza?

Retomando las palabras de Raquel Rolnik, “la ciudad no se trata solo de viviendas, sino principalmente de un ecosistema”. Así como el equilibrio de los ecosistemas naturales es necesario para su buen desarrollo, el medio ambiente urbano también requiere armonía.